‘Anorexia’ proviene de las palabras griegas: ‘a’ privación y ‘orexis’ apetito. La RAE define la anorexia como la pérdida anormal del apetito o el síndrome de rechazo a la alimentación por un estado mental de miedo a engordar, con graves consecuencias patológicas.

 

¿Qué es la anorexia?

 

Anorexia y anorexia nerviosa son dos términos que definen la misma enfermedad, pero con matices propios.

La anorexia es un trastorno de la conducta alimentaria caracterizado por la falta de apetito o del deseo de comer, ya sea por una enfermedad psíquica, fisiológica o por el consumo de determinados medicamentos.

La anorexia nerviosa, por su parte, es un trastorno de la conducta alimentaria caracterizado por un rechazo patológico a ingerir cualquier alimento por miedo a ganar peso, una necesidad neurótica de controlar la figura corporal, una baja autoestima y una visión distorsionada del propio cuerpo.

Los profesionales sanitarios suelen distinguir dos subtipos de anorexia nerviosa:

  • Anorexia restrictiva: cuando, para perder peso, disminuimos drásticamente la ingesta de alimentos y lo acompañamos con una intensa actividad física, que realizamos pese al mal tiempo, a sufrir lesiones o a sentirnos profundamente fatigados.
  • Anorexia purgativa (atracones): cuando padecemos asaltos de comilona regulares que complementamos con el uso de enemas, diuréticos, laxantes o vómitos, en un intento de eliminar las calorías consumidas.

Los casos de anorexia nerviosa son más frecuentes en mujeres que en hombres, aunque ambos sexos la padecen. Y puede empezar a cualquier edad, siendo más frecuente entre los quince y los diecinueve años.

Paradójicamente, aunque la anorexia es más frecuente en países con gran escasez de alimentos, la anorexia nerviosa se da en sociedades con una gran oferta alimentaria y en los que la delgadez se relaciona con la belleza física. Pero la anorexia es una enfermedad muy peligrosa y puede conducirnos al fallo de órganos esenciales e incluso a la muerte.

 

¿Cómo empieza una anorexia nerviosa? ¿Cuáles son sus causas?

 

El detonante de un trastorno de la alimentación, cuando no viene provocado por una enfermedad física o la ingesta de determinados fármacos, es variable y multifactorial:

  • Ansiedad.
  • Adolescencia.
  • Depresión.
  • Influencia del marketing y su fijación por los estereotipos de cuerpos delgados.
  • Pasar por una pérdida dolorosa.
  • Querer encajar en los cánones de belleza de los medios de comunicación.
  • Realizar dietas sin control médico.
  • Ser extremadamente perfeccionista u obsesivo compulsivo (TOC).
  • Sufrir bullying o humillaciones en el entorno social o familiar.
  • Tener baja autoestima.

La enfermedad comienza con el deseo de perder peso y la adopción de medidas excesivamente rigurosas: dietas restrictivas acompañadas de un exigente ejercicio físico.

Seguidamente, empezamos a obsesionarnos con los alimentos, hablando sobre lo que se debe y no se debe comer, o las horas que hemos estado en ayuno.

Cuando comenzamos a contar calorías, empieza la obsesión por ingerir una cantidad mínima que nos permita realizar el ejercicio físico que necesitamos para seguir perdiendo peso.

Y entonces nos atormentamos, de manera pública, con nuestra apariencia frente al espejo, buscando que nuestras costillas o huesos de la espalda se hagan visibles.

Una vez iniciado el proceso anoréxico, nuestro organismo realiza una respuesta adaptativa que favorece su continuidad y dificulta la recuperación, pues supone la reducción de nuestro estómago y de la energía necesaria para realizar funciones básicas (tasa metabólica basal, TMB).

Estamos en una etapa avanzada de la enfermedad, en la que contamos los días que podemos pasar sin comer antes de desmayarnos.

Cuando los desmayos son constantes y nuestro estado físico es de extrema delgadez, perdemos la capacidad de diferenciar emociones, como el enfado o la depresión, y negaremos nuestra fatiga y sensación de hambre.

Finalmente, se iniciará el sangrado nasal, sufriremos constantes lesiones corporales y padeceremos un déficit grave de energía.

En este punto, el reajuste adaptativo que ha realizado nuestro organismo, dificultará enormemente el proceso de recuperación y realimentación.

 

¿Cómo prevenir la anorexia nerviosa?

 

La mejor alternativa para prevenir una anorexia es identificarla y corregirla a tiempo. Para ello, es esencial que tanto médicos de familia como familiares sepan distinguir los síntomas de la anorexia nerviosa desde sus primeras señales.

Tengamos en cuenta que nuestro entorno familiar es quien vive en primera persona los trastornos de una persona anoréxica. Una relación de complicidad, la existencia de una conexión afectiva y la buena comunicación parental resultarán esenciales para prevenir la enfermedad y evitarla antes de que avance.

De no existir dicha relación, podemos preguntar a amigos o personas importantes en la vida de la persona anoréxica, recurrir a profesionales sanitarios especializados y fomentar hábitos de alimentación y de vida saludables en el hogar.

 

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